Luego, Isabella insertó un dedo en el coño de Sofía, luego otro, follándola lentamente. «Estás tan apretada, Blancanieves, que no puedo esperar a sentirte correrte alrededor de mis dedos».
Sofía gimió más fuerte y su orgasmo aumentó. «Oh, señora, estoy tan cerca». «Todavía no, Blancanieves», ordenó Isabella, retirando los dedos. «Debes esperar mi permiso». Sofía gimió, su cuerpo pidiendo liberación. Luego, Isabella tomó un vibrador y lo presionó contra el clítoris de Sofía. Sofía gritó, su cuerpo temblaba cuando llegó. «Muy bien, Blancanieves», elogió Isabella, quitándose el vibrador. «Ahora es el momento de tu última lección». Luego llevó a Sofía a una cama, la acostó y le aseguró los tobillos a los postes de la cama. Luego tomó un cinturón y se lo puso. «Te dirigirás a mí como Señora y no vendrás hasta que te dé permiso». «Sí, señora», respondió Sofía, su cuerpo temblando de anticipación. Luego, Isabella entró en Sofía, follándola lentamente al principio y luego con más fuerza. Sofía gimió con cada embestida, su orgasmo creció una vez más. «Puedes venir, Blancanieves», ordenó Isabella, y Sofía lo hizo, gritando mientras llegaba al clímax. Isabella luego se retiró, desplomándose junto a Sofía. Permanecieron allí tumbados, con el cuerpo agotado y el corazón acelerado. «Gracias, señora», susurró Sofía, con los ojos brillando de gratitud. «De nada, mi querida Blancanieves», respondió Isabella, con la voz llena de afecto. Y así, su cosplay carnal llegó a su fin, un testimonio de sus perversiones compartidas y su pasión inquebrantable.
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