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, en la suavidad de su lengua y en el calor húmedo de su boca. Comenzó a bombear lentamente el masturbador sobre su pene, imitando el movimiento de una cabeza nudosa. «Aah, María…», susurró Juan. «Te extraño tanto, mi amor…» El placer fue aumentando gradualmente, y Juan se imaginó a María chupando y lamiendo su miembro, succionando fuerte y moviendo su lengua alrededor de su glande. Comenzó a bombear más rápido, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus testículos. De repente, imaginó que María se detenía y miraba arriba, sus ojos brillantes y llenos de deseo. Lentamente, ella se deslizó hacia abajo, tomando su miembro entero en su boca y hundiéndolo profundamente en su garganta. Juan soltó un gemido gutural, sintiendo que el orgasmo se acercaba rápidamente. «Sí, María… Sí…» Con un último gruñido, Juan sintió cómo el placer se establecía dentro de él, llenando el masturbador con su semen tibio. Se derrumbó sobre la cama, jadeando y sudando, sintiendo un alivio temporal pero satisfactorio. Aunque nada podría reemplazar a María, el masturbador con forma de boca de chica le había proporcionado un momento de placer y consuelo en su ausencia. Juan se quedó dormido con una sonrisa en el rostro, soñando con el día en que María regresara a casa.